He vuelto del viaje por Indonesia cargada con nuevos sabores, olores, experiencias y memorias.

Indonesia es un país deslumbrante; la perfecta simbiosis entre cultura y naturaleza.

Pero, además de recuerdos en mi mente, tengo el teléfono lleno de nuevas instantáneas de los lugares por los que he pasado, de las personas que he conocido.

Todo es relativo, en mi caso tres semanas de viaje se traducen en 143 fotos, el juicio sobre lo mucho o poco de dicho número depende de con qué lo compares. Probablemente soy la que hice menos fotos del grupo, lo que le da un carácter minimalista pero, si comparo con nuestros antiguos carretes de 36 fotos, me convierto en una consumista digital.

Ahora tenemos la posibilidad de inmortalizar cualquier momento de nuestro día a día gracias a estos pequeños aparatos digitales que nos acompañan. El número de fotos que tenemos y recibimos se multiplica para, poco tiempo después, quedar relegadas en carpetas o discos externos que en rara ocasión volvemos a ver.

Antes nos hacían fotos otras personas, después llego la moda del selfie, ahora mucha gente viajan con un palo. Y esto es simplemente una muestra del ingenio y de la capacidad inventiva de nuestra raza.

Pero sigo pensando que hay momentos en los que en vez de inmortalizar deberíamos simplemente respirar.

Cuatro de la mañana, mediados de agosto en la isla de Java, amanece en el volcán Bromo. Decenas de turistas se agolpan para ver la luz de un nuevo día reflejándose en la cordillera montañosa del volcán. No encuentro lugar me subo a un poste y la imagen que encuentro me deja estupefacta.

Cientos de personas sosteniendo en alto teléfonos móviles y cámaras para hacer una foto que no pueden ver.

Sin poderlo evitar una duda viene a mi ¿Estamos viviendo la vida que tenemos o la observamos a través de una pantalla?

No, no estoy en contra de la era digital. De hecho creo que es una bendición y que nos ofrece millones de posibilidades a cada segundo a través de un click.

Ahora podemos combinar nuestra vida social, personal, laboral, las compras, el ocio, los viajes, la información y las comunicaciones. Cosas que antes eran impensables.

Cualquiera puede encontrar su tribu a través de internet y lo más importante, sin horarios. Puedes contactar con personas que tienen un uso horario diferente del tuyo o que llevan una vida similar, pero en la otra parte del mundo.

Ahora disponemos de una amplia gama de aplicaciones para usos y fines muy variados. Aplicaciones que nos recuerdan cuándo debemos de beber un vaso de agua, que identifican las estrellas, que reconocen canciones, que nos ayudan a meditar… y todo eso lo  podemos compartir a través de las redes sociales.

El único problema es que nada para, nada se detiene. Cuando desconectas durante un tiempo y vuelves eres más consciente del número de aplicaciones que tienes en modo ON, de los emails, de los grupos del Whatsapp, de las notificaciones de las redes sociales… El tiempo parece infinito en el mundo digital y equivalentemente finito en el espacio tiempo de nuestro día a día.

Este susurro incesante de mensajes, de notificaciones y de actualizaciones nos mantienen atadas a una vida que se aleja de la realidad.

Cuando desconectas te das cuenta de que existe una tendencia a vivir en un mundo que gira en torno a esa realidad que no es tangible sino que está enmarcada detrás de una pantalla cuyo tiempo no coincide con el tiempo real, lo que conlleva a crear estrés y ansiedad.

Por mi parte he iniciado desde hace un tiempo un minimalismo digital que se caracteriza por.

Observar

Observa a qué dedicas el tiempo online. Para ello hay algunas aplicaciones que te pueden servir y aunque he probado varías que funcionan muy bien lo que uso ahora es: un cuaderno y un boli. Escribo la hora a la que me conecto y mi intención, cuando me desconecto escribo la hora y lo que realmente he hecho. Así descubrí que aunque mi intención primaria a veces era sencilla, una cosa me llevaba a la otra y en ocasiones he terminado perdiendo el tiempo sin llegar a concretar lo que necesitaba inicialmente.

Adquisiciones conscientes

Muchas de nuestras compras se llevan a cabo de forma online, pero siempre que sea posible es mejor realizar la compras cara a cara con una persona y si es en un comercio local mejor. Además personalmente uso prioridades éticas para valorar unos productos sobre otros. ¿Dónde se ha hecho? ¿En qué condiciones?

Limpio mi casita, tralaralarita

Reviso periódicamente mis dispositivos: aplicaciones, archivos e imágenes, disco duro, escritorio… Las dos preguntas que me guían en dicho proceso son: ¿De verdad necesito esto? ¿Aporta valor a mi vida?

Evita las distracciones

Habiendo tantas distracciones que nos llaman la atención, llevar a cabo las tareas pendientes no siempre es algo natural y sencillo, sino que necesitamos desconectar para dejar un tiempo de calidad que nos permita desarrollar esa labor que estamos aplazando. Personalmente cuando estoy concentrada en algún tipo de tarea, evito todo tipo de distracciones, para ello quito Internet y pongo el móvil en modo aéreo. Cuando termino vuelvo pero mientras tanto, me he construido una burbuja que facilita mi atención plena.

Aprovecha tus horas más creativas

Personalmente mi momento más creativo son las mañanas por lo que en dicho espacio-tiempo evito conectarme a redes sociales, navegar en la red o revisar el email e invierto esas horas de mayor rendimiento para desarrollar y crear.

La era digital nos ofrece un mar de posibilidades pero depende de nosotras qué hacer con ellas