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Minimalismo

Minimalismo

Al hablar de minimalismo uno de los primeros pensamientos es: la vida con menos cosas materiales. Pero, lo cierto es que este no es el único punto de la ecuación. Desde mi punto de vista, ni siquiera es el más importante.

El minimalismo no es simplificar tu vida reduciendo con el objetivo de “no tener” sino con el objetivo de invertir. Sí, invertir el tiempo y la energía en lo que de verdad importa.

Cuando quitas lo que no sirve en tu vida, en tu casa o incluso en tu escritorio, dejas espacio para que lleguen cosas nuevas pero, sobre todo, te das libertad.

En el libro Everything That Remains  de Joshua Millburn, el autor nos cuenta la anécdota del pequeño Andrew.

El día de navidad el Andrew empieza a abrir sus regalos. Empieza por uno de ellos y después de unos momentos de gran emoción lo deja para continuar con otro paquete. Cada caja contiene un nuevo juguete y la situación anterior se repite de forma parecida, una gran emoción que se desvanece poco tiempo después.

Horas más tarde Andrew está llorando desesperado. Aunque ha recibido muchos de los juguetes de su carta, la verdad es que él quería ese juego que sus amigos tienen, o ese muñeco que a escondidas deseaba. Los juguetes que tiene delante le recuerdan lo que no tiene. Este comportamiento parece infantil pero tal y como el autor plantea. ¿No hacemos lo mismo? No miramos las cosas que tenemos pero no las valoramos porque deseamos tener otras diferentes o simplemente más.

¿Tenemos demasiadas cosas? ¿Nos poseen nuestras posesiones?

Lo cierto es que nuestra cultura está orientada al consumo desenfrenado. No sólo de cosas sino también de tareas, actividades e información.

Se calcula que el habitante de una ciudad recibe alrededor de 100.000 estímulos informativos cada día.

Personalmente cambio de país con cierta frecuencia y cuando llego a una nueva ciudad soy consciente de que necesito un mínimo de objetos para vivir. Pero, es tan difícil mantener el equilibro en este sentido. Así, de repente me encontraba teniendo que hacer un traslado y con una cuestión en la mente. ¿De dónde han salido estas cosas? ¿De verdad las necesito?

Para mí y aunque a nivel teórico ya sabía que los objetos no dan la felicidad, está cuestión ha sido la clave de mi acercamiento a un modo de vida mucho más simplificado. ¿Cómo puede ser que haya acumulado tantos objetos, actividades y relaciones de una forma inconsciente?

Por mi parte continuo simplificando y aprendiendo por el camino.

Porque tengas esa figurita de la comunión de tu prima no quiere decir que la quieras más, de hecho probablemente ella ni siquiera sea consciente. Lo que es cierto es que los recuerdos se llevan en el corazón y normalmente no vienen de la mano de objetos, sino de momentos compartidos.

Se dice que San Francisco de Asís dijo, al final de su vida: “Cada vez necesito menos cosas y las pocas que necesito, las necesito muy poco

Aunque cambies las cosas de lugar, siguen estando ahí. De hecho todas las cosas que usamos suelen estar en lugares de fácil acceso. Así, una forma de empezar a simplificar es observando que hay en el fondo de los cajones.

Si no te has puesto ese vestido en un año déjalo ir, si no has llegado a leer ese libro desde que lo compraste por muy interesante que parezca, tienes dos opciones: empezar a leerlo en ese momento o, “si no tienes tiempo” regálaselo a alguien o donarlo. Siempre podrás pedirlo prestado o buscarlo en una biblioteca cuando sea el momento justo, si es que alguna vez llega.

Personalmente me gusta mucho esta metáfora: si continúas cavando agujeros nuevos nunca encontrarás el agua.

Un curso de yoga, un curso de meditación de este tipo, un curso de cocina de aquel otro… Como bien decía el dicho: aprendiz de mucho, maestro de nada.

Estamos tan ocupados buscando la felicidad que no tenemos tiempo para ser felices

Y como ya sabrás: más actividades y más objetos, no están vinculados a más productividad.

No, eso es sólo la punta del iceberg. Lo realmente importante es qué dejo entrar en mi vida.

La vida es priorizar y cada elección lleva un rechazo. No todo cabe, minimizar es aprender a elegir, qué o quién quiero que venga conmigo.

La próxima vez que te plantees comprar un objeto, una actividad o empezar una relación hazte una pregunta: ¿De verdad quiero invertir energía aquí? ¿Añade valor a mi vida?

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